Teorías psicológicas sobre las alucinaciones

Una teoría sobre la alucinación debe poder responder al menos a dos preguntas: en primer lugar, por qué determinadas «percepciones» que se han generado internamente se vivencian de hecho como si hubieran sido derivadas de fuentes externas; y en segundo lugar, cuáles son los determinantes que propician la aparición de las alucinaciones.

En la presentación  de las distintas teorías sobre la alucinación vamos a ver una diferenciación entre tres grupos de teorías: las de la «destilación», las de las representaciones mentales y las de la su vocalización. Comentaremos además sucintamente las aportaciones de la psicología dinámica.







a) Teorías dinámicas
Resultado de imagen para Teorías dinámicasBajo esta denominación se podrían englobar aquellas posturas que consideran a la alucinación como la representación de deseos inconscientes, luchas, y esperanzas del individuo. En el caso de que su contenido sea desagradable, proporciona igualmente un dolor deseado inconscientemente.
De hecho, algunos psicopatólogos que han seguir do los planteamientos de Freud han recalcado las semejanzas entre los sueños y las alucinaciones, planteando que ambos tipos de experiencia mental serían la expresión inconsciente de deseos inaceptables para la mente consciente. Lo cierto es que, desde un enfoque puramente clínico aplicado, los contenidos o temas sobre los que versan las alucinaciones resultan muchas veces aversivos, molestos e incluso francamente hostiles y dañinos para el paciente, lo que sugiere que entre las posibles causas de aparición de experiencias alucinatorias se encuentran probablemente también elementos motivacionales complejos, poco explorados hasta la fecha de un modo sistemático y que valdría la pena investigar en profundidad, incluso desde una perspectiva de análisis funcional.

b) Teorías de la «destilación» («seepage theories»)
Bajo esta denominación, Slade y Bentall (1988) incluyen aquellas teorías que explican el fenómeno alucinatorio como resultado de una «destilación» en la conciencia de la actividad mental que, en condiciones normales, permanecería a nivel preconsciente partía del hecho de que un input sensorial eficaz ha de servir para organizar el proceso atencional que controla el paso de información a la conciencia. Las alucinaciones se producirían,
Es posible que los engramas o huellas de memoria de experiencias perceptivas anteriores sean emitidos hacia la conciencia y, en consecuencia, se experimentarán como si estuvieran siendo originados desde una fuente de estimulación externa (o sea, desde aquel input inicial tan insuficientemente estructurado). Esta teoría podría explicar, en parte, lo que ocurre en la privación sensorial o en el déficit sensorial, ya que en esos estados el nivel de arousal del sujeto se mantiene intacto, pero el input estimular disminuye drásticamente
Una versión más actualizada de estas teorías es la propuesta por Charles Frith (1979), cuyo supuesto fundamental se basa en la distinción entre procesamiento preconsciente y consciente de la información. Este autor parte de la idea de que la conciencia es un mecanismo de capacidad limitada, entre cuyas misiones se hallan las de controlar y supervisar todos los procesos mentales (conscientes y no conscientes) para una revisión de estos

c) Teorías de las representaciones mentales en imágenes

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Los primeros teóricos ya afirmaban que la alucinación era implemente una imagen mental exagerada. Más recientemente, Mintz y Alpert (1972) argumentaron que el sujeto que alucina se caracterizaría por tener unas imágenes mentales anormalmente vívidas y, por el contrario, una escasa habilidad para distinguir entre lo que es real y lo que es imaginario. En definitiva, desde esta postura se defiende que hay una conexión entre la alucinación Los primeros teóricos ya afirmaban que la alucinación era simplemente una imagen mental exagerada. Más recientemente, Mintz y Alpert (1972) argumentaron que el sujeto que alucina se caracterizaría por tener unas imágenes mentales anormalmente vívidas y, por el contrario, una escasa habilidad para distinguir entre lo que es real y lo que es imaginario. En definitiva, desde esta postura se defiende que hay una conexión entre la alucinación y la calidad de las imágenes mentales del individuo. Horowitz (1975), el principal defensor de esta perspectiva, propone que las alucinaciones son imágenes mentales que el sujeto atribuye equivocadamente a fuentes externas. Para este autor las experiencias alucinatorias serían el punto final de varios determinantes en el sistema de procesamiento que llevan a que un sujeto considere, erróneamente, que una imagen de origen interno es una percepción externa. Por tanto, y como ya comentamos en el apartado dedicado al concepto de alucinación, según Horowitz las alucinaciones serían experiencias mentales que: 1) se dan en forma de imágenes; 2) derivan de fuentes internas de información; 3) se evalúan incorrectamente como si surgieran de fuentes externas, y 4) normalmente aparecen como intrusiones en el proceso perceptivo.

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d) Teorías de la subvocalización
Son aquellas que establecen una relación entre las alucinaciones auditivas y la subvocalización. Se fundamentan en las evidencias de que el habla interiorizada se acompaña la mayor parte de las veces de subvocalizaciones, esto es, de la actividad de los músculos responsables del habla que, en ocasiones, acompaña al pensamiento verbal

Slade (1974) encontró que las tareas de seguimiento ayudaban a reducir la incidencia de las alucinaciones, y esa reducción estaba en función del contenido del mensaje que debía ser seguido.
Green, Hallett y Hunter (1983) propusieron que las alucinaciones auditivas se debían a un déficit en la transferencia de información entre hemisferios, de tal modo que las «voces» que se originan en el hemisferio derecho (en las personas diestras) encontrarían su expresión en la subvocalización, mediatizada a través de las áreas motoras del habla del hemisferio dominante. Esta explicación implica que las alucinaciones se reducirían al poner un casco en el oído no dominante con el fi n de que se bloqueara la audición en el hemisferio no dominante.

e) La teoría de Slade y Benfall: el déficit en la habilidad metacognitiva de discriminación de la realidad
Como hemos visto hasta ahora, pese a las diferencias que existen entre las diversas teorías, todas tienen en común un mismo supuesto: en la alucinación el individuo atribuye erróneamente sus experiencias internas a fuentes de información externas. Sin embargo, Bentall (1990a,b) tiene razón al argumentar que ninguna de esas posturas es capaz de explicar por qué, en circunstancias normales, la mayor parte de la gente puede distinguir perfectamente entre hechos imaginados y reales. En un intento por dar respuesta a esta pregunta, Slade y Bentall (1988) han propuesto que las alucinaciones se producen a causa de una deficiencia en la capacidad para distinguir cuándo un hecho es real y cuándo es producto de su imaginación: según la propia expresión de los autores, las alucinaciones están causadas por deficiencias en la habilidad metacognitiva de evaluación y/o discriminación de la realidad. Utilizando la metodología de detección de señales, Bentall y Slade (1985) comprobaron que los sujetos que sufren de alucinaciones (o con predisposición a experimentarlas) muestran una gran tendencia a creer, en experimentos de ese tipo, que el estímulo está presente o que podría llegar a estarlo.
La importancia de esta capacidad metacognitiva se revela no sólo en la posibilidad o no de que una persona pueda llegar a saber cómo funciona su mente, esto es, que sea más o menos capaz de hacer introspección, sino también en el hecho de que sea más o menos capaz de dirigir y/o controlar su pensamiento. Lo que Bentall y Slade plantean es que las personas que experimentan alucinaciones presentan diversos tipos de deficiencias en alguna o varias de las habilidades que forman la capacidad general de metacognición. Una de tales habilidades es la que estos autores catalogan como habilidad para discriminar el origen o procedencia de la realidad, o de los estímulos, habilidad que se halla a su vez modulada por una amplia gama de posibilidades (estrés, estructuración del input, estado fisiológico, etc.). 

Una vez explicado el mecanismo por el cual se producen las alucinaciones, intentan resumir en cinco factores los determinantes que favorecen la aparición de la alucinación; es decir, aquellos que pueden hacer que la discriminación de la realidad fracase y, por tanto, lleven al sujeto a alucinar. Entre esos determinantes se encontraría el papel del arousal, los factores predisponentes, la estimulación ambiental, el papel del refuerzo y las expectativas

1. Arousal inducido por estrés
Un incremento en el nivel de arousal, producido a su vez por factores estresantes, puede conducir a diversas alteraciones y, en el caso del tema que nos ocupa, hay evidencia experimental de que el inicio de las alucinaciones se asocia con un aumento en el nivel basal de arousal (Slade, 1976a; Tarrier, 1987). Los niveles anormalmente altos de activación hacen que, por un lado, se produzca un aumento de la selección de información que tiene que ver con las características físicas del estímulo y, por otro, disminuya el procesamiento de la información semántica

2. Factores predisponentes
Existen algunos datos, aunque a veces son contradictorios, que proporcionan cierto apoyo al papel que tienen las diferencias  individuales en la vulnerabilidad a la experiencia alucinatoria. Tal es el caso de la presencia de déficit intelectuales, concretamente respecto a habilidades lingüísticas para describir sus propias experiencias mentales, en los sujetos con alucinaciones Otro tipo de estudios intenta establecer relaciones entre subtipo de esquizofrenia y modalidad sensorial alucinatoria, con un tipo específico de deficiencia cognitiva. Según este planteamiento, los diferentes tipos de alucinaciones tendrían  causas cognitivas distintas según la modalidad de esquizofrenia en que aparecieran.

3.Estimulación ambiental
Hay ciertos tipos de estimulación externa que tienen un efecto inhibidor sobre la experiencia consciente de la alucinación. Es decir, el hecho de que una alucinación sea o no experimentada en la conciencia depende de parámetros tales como la calidad, la intensidad, la estructuración o el tipo de estimulación externa al que está sometido el individuo.

4. El papel del refuerzo
Algunos estudios de casos indican que algunos pacientes experimentan una reducción de ansiedad después de la alucinación (Slade, 1972, 1973), mientras que otros informan de una mayor perturbación (Tarrier, 1987). Es decir, puede que tanto la reducción como el incremento de la ansiedad tengan como consecuencia un efecto de persistencia de las alucinaciones. En el primer caso estaríamos ante un ejemplo típico de refuerzo: la alucinación tendría efectos reforzantes en el paciente, ya que haría disminuir su ansiedad. En el segundo caso, sin embargo, la presencia de alucinaciones aumentaría el nivel de ansiedad del paciente porque elevaría todavía más el nivel de arousal que, como se sabe, es anormalmente alto en los estados de ansiedad.

5. Expectativas
La información que recibimos no es inmune a nuestras expectativas y creencias. Este hecho puede considerarse como una forma especial de predisposición perceptiva: del mismo modo que las expectativas de una persona le inclinan a «ver» un estímulo ambiguo con una forma estructurada concreta, las creencias y expectativas demasiado concretas le llevarán a experimentar un estímulo ambiguo como real o, por el contrario, como imaginario. Este puede ser uno de los pilares básicos de la explicación de por qué las alucinaciones pueden ser experimentadas por personas mentalmente sanas, y de por qué se puede hablar de un continuo entre experiencias alucinatorias y no alucinatorias. La capacidad para distinguir entre lo que es real (aquello que se produce en el «mundo exterior») y lo que no es real (aquello que únicamente sucede o se produce en la mente de una persona), es decir, la capacidad para discriminar la realidad de un suceso, constituye probablemente una habilidad en la que se puede producir tanto una exactitud máxima como mínima. Y tal y como se ha podido demostrar experimentalmente.

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