ENGAÑOS PERCEPTIVOS.
En el siguiente
apartado comenzaremos por el estudio del más significativo de esos
engaños, las alucinaciones, ya que en muchos casos las delimitaciones
conceptuales de los restantes engaños perceptivos toman como marco de
referencia comparativa la experiencia alucinatoria.
ALUCINACIONES
Las alucinaciones constituyen, como ya hemos dicho, los
trastornos más característicos de las psicopatologías de la percepción y la
imaginación, y uno de los síntomas de trastorno mental por excelencia: el
prototipo del loco es el de aquella persona que dice ver o escuchar o sentir
cosas que nadie más que él puede experimentar. Sin embargo, pese a su indudable
valor diagnóstico, no siempre indican la presencia de un trastorno mental, o
dicho en otros términos, su aparición no está reservada «en exclusiva» a
personas con trastornos menta les: algunas personas sanas mentalmente pueden
experimentarlas en ciertas situaciones, pueden ser provocadas bajo condiciones
estimulares especiales y, por último, históricamente han constituido incluso un
objeto de deseo para muchas personas de muy diferentes ámbitos culturales.
1.
El concepto de alucinación Una de las
características más evidentes de la alucinación es, al mismo tiempo, una de las
más difíciles de entender y explicar: lo que el clínico llama «alucinación» es
una experiencia sensorial normal para el paciente, es decir, un percepto como
cualquier otro (Sims, 1988).
La primera definición sobre este trastorno
se atribuye a Esquirol (1832), quien habló de las alucinaciones en los
siguientes términos:
“En las alucinaciones todo sucede en el
cerebro (en la mente). (...) La actividad del cerebro es tan intensa que el
visionario, la persona que alucina, otorga cuerpo y realidad a las imágenes que
la memoria recuerda sin la intervención de los sentidos (citado en Slade y
Bentall, 1988, p. 8).”
Tipo de definiciones se han englobado tradicionalmente bajo
el rótulo de «postura perceptualista», dentro de la cual se desarrollaron a su
vez tres acercamientos:
·
Las alucinaciones son imágenes intensas y, por
tanto, serían más bien un trastorno de la imaginación, ya que lo que sucede es
que el sujeto percibe la imagen con tanta intensidad, que cree que ha adquirido
un carácter perceptivo.
·
Las alucinaciones son un fenómeno más sensorial
que perceptivo. Aquí el matiz se sitúa en las estimulaciones externas, tan
intensas que harían que el sujeto tuviera un recuerdo de dicha estimulación y,
por ello, las experimentara como si la estimulación estuviera realmente
presente.
·
Las características fundamentales de las
alucinaciones son corporeidad (tienen cualidades objetivas) y espacialidad
(aparecen en el espacio objetivo exterior y no en el espacio subjetivo), y por
lo tanto se pueden concebir como percepciones corpóreas vivenciadas en el
espacio externo (Jaspers, 1975). A partir de esta consideración, Jaspers defi
nió las alucinaciones como «percepciones corpóreas engañosas que no han surgido
de percepciones reales por transformación, sino que son enteramente nuevas, y
que se presentan junto y simultáneamente a las percepciones reales» (Jaspers,
1975, pp. 87-88).
Clasificación
de las alucinaciones
Las alucinaciones suelen clasificarse atendiendo básicamente
a tres criterios o categorías: complejidad con la que se presentan, temas o
contenidos sobre los que versan y modalidad sensorial en la que aparecen. Aquí
hemos añadido una cuarta categoría que denominamos genéricamente como
«variantes de la experiencia alucinatoria», en la que incluimos algunos tipos
especiales de alucinación que, desde el punto de vista de la forma
fenomenológica que adoptan, no serían clasificables exclusivamente según los
criterios anteriores.
a) Complejidad versus Simplicidad:
Se trata de un criterio dimensional según el cual la
complejidad que adquieren las alucinaciones recorre un largo camino que va
desde las denominadas «alucinaciones elementales», esto es, impresiones
difusas, sencillas e indiferenciadas, tales como ruidos, luces, relámpagos, hasta
la percepción de objetos o cosas concretas (voces, personas, animales, música,
escenas, conversaciones, etc.), calificándose entonces como alucinaciones
«complejas» o «formadas».
b)
Temas o
Contenidos:
Los temas sobre los que pueden versar las alucinaciones son
prácticamente inacabables, si bien suelen hacer referencia a cualquier temor,
emoción, expectativa, deseo, sensación, recuerdo o experiencia, vivenciadas
anteriormente por el individuo. Como regla general, se puede decir que los
contenidos concretos sobre los que versan las alucinaciones de una persona
están relacionados con sus necesidades, conflictos, temores y preocupaciones
particulares.
al igual que sucede en otros muchos fenómenos mentales, los
contenidos de las alucinaciones recogen y reflejan características culturales
propias del medio en que la persona se ha desarrollado (Al-Issa, 1977). Las
experiencias religiosas representan un excelente ejemplo de expresión social de
muchos conflictos personales: culpa, vergüenza, inseguridad, soledad y sentirse
insignificante son temas sobre los que frecuentemente versan las alucinaciones
en contextos culturales como el nuestro.
la mayoría de las veces el tema alucinatorio está ligado al
contenido del delirio, pues no hay que olvidar que en muchos casos ambos
trastornos, delirios y alucinaciones, aparecen conjuntamente. De este modo, el
paciente paranoide que se siente perseguido probablemente experimentará
alucinaciones auditivas en forma de «voces» que le amenazan o que le previenen
de los peligros que le acechan; o el que manifiesta un delirio místico
escuchará la voz de Dios o de la Virgen, posiblemente revelándole algún
misterio o indicándole cómo puede salvar a la humanidad.
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